PRIMERA PARTE
Quiero dejar claro una cosa, antes de empezar:
Este artículo que expongo en esta entrada no está hecho por mí, ni sé quien lo hizo en su día, por lo que si el autor del mismo lo lee y quiere decirme su nombre, debe tener por seguro que haré una entrada diciendo a quien pertenece, ya que no quiero que se me dé la autoría de algo que no he hecho yo, ni se me acuse de que he realizado un plagio: ¡Nada más lejos de mi imaginación!

Dicho esto y teniendo en cuenta la longitud del artículo, he decidido ponerlo como entradas por capítulos, así que ahí va el primer capítulo.
INTRODUCCIÓN
El Hung Gar es uno de los estilos pugilísticos más representativos de las artes marciales practicadas en el sur de China. La distribución geográfica de este país ha determinado en gran medida la separación del conjunto de sus artes marciales en dos bloques geográficos. Abordar el estudio individualizado de una de las ramas de este enorme árbol sin tocar las raíces es tarea harto difícil, cuando no imposible.
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Inevitable el contacto con estos tópicos, podemos extraer de ellos luces en el camino que nos puedan guiar en cuanto a las cuestiones que por sí mismas nos generan. No obstante, la intención de este trabajo se fragua en otras forjas. Intentamos navegar entre las informaciones existentes y discriminar el mito de lo contrastado. Lo sobreentendido, de lo oficialmente reconocido. Queremos indagar en todos aquellos aspectos que puedan desmitificar los orígenes para poder asomarnos sin falsedades a las realidades de la actualidad.
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EL ORIGEN DE TODO
Muchos historiadores citan en sus
trabajos que fue el monasterio de Shaolín el lugar en el que nacieron las artes
marciales chinas (AMC) que hoy conocemos. Nada más lejos de la realidad.

Podemos plantearnos un
razonamiento muy lógico para desterrar este mito. La relación entre las AMC y
el monasterio de Shaolín nace con la justificación de la existencia y actividad
de una persona que estudiaremos detenidamente y en profundidad a lo largo de
este artículo: Bodhidharma.
Nos resulta descabellado pensar
que el desarrollo de las AMC ocurre a partir del siglo VI d. C., al ser
precisamente con mucha anterioridad a este siglo cuando nos encontramos con los
periodos bélicos más importantes dentro de la historia de este país.
Es cierto, sin duda, que este
monasterio desempeñó un papel determinante en el desarrollo posterior del
material técnico marcial existente con anterioridad a él.
Estudiaremos la historia del
monasterio de Shaolín más adelante y concretaremos las semillas que
justificarán su intervención en la creación del Hung Gar tal y como lo
conocemos actualmente, pero tenemos que tener muy claro que muchos de los
trabajos que han llegado a nosotros en la actualidad provienen de épocas muy
antiguas cuyos orígenes no pueden certificarse por la falta de documentos que
demuestren de forma precisa su existencia.
Se han encontrado escritos
relativos a un deporte militar llamado Jiaoli datados en la dinastía Zhou
(año 1.100 al año 221 a. C.). Es un periodo histórico muy amplio, pero nos ofrece ya datos de
una práctica marcial propiamente dicha y de su relación con el entorno de la
guerra. Es interesante analizar de qué forma trascienden estas artes de los
ejércitos para llegar al pueblo llano.
Algunos historiadores recrean la
imagen de los clanes que volvían de la guerra y que mantenían vivos sus
sistemas de lucha. Dada la enorme actividad bélica de este país en guerras
constantes contra las hordas invasoras del norte, así como las guerras civiles
y militares entre clanes para asumir la concentración del poder y la
unificación del país, no es difícil imaginar el caldo de cultivo en el que se
nutrieron los estilos que conocemos en la actualidad.

Los elementos que propiciaron la
supervivencia y evolución natural de los estilos debemos buscarlos en el seno
de la sociedad, en concreto en las disputas civiles alejadas de los elementos
presentes en las grandes batallas. Es precisamente en estos entornos donde las
autoridades locales de los clanes vencedores se encontraban con el problema de
una población con formación militar y que debía someterse de manera voluntaria
o por la fuerza.
Conocida es la tendencia del
pueblo chino a la creación de sociedades secretas y sectas cuya única finalidad
residía a veces en vencer al opresor. Esto generó, en muchos casos, la
prohibición bajo pena de muerte de toda práctica marcial en el entorno civil.
Hemos generalizado sobremanera en
estas últimas apreciaciones, debido a que esta situación se dio en muchos
lugares y muchas épocas diferentes y bajo circunstancias muy similares. El
motivo que nos lleva a concentrar y a generalizar esta información radica en la
intención que tenemos de concretar por qué llegan las artes marciales a los
monasterios, algo que, en principio, puede suscitar la extrañeza cuando no la
incomprensión de la lógica que generó este movimiento.
Podemos entender, según las
manifestaciones realizadas por algunos estudiosos del tema, que los templos
asumieron el papel no exclusivo de recogida de personas perseguidas por la ley
como una de sus actividades. Si entendemos del mismo modo que uno de los
motivos más comunes en este periodo para verse en esta necesidad de fuga era el
ser reconocido públicamente como artista marcial, podemos entender por qué
líneas estilísticas tan diferentes y tan diversas se manifiestan en lugares tan
concentrados. Los monasterios fueron centros de refugio para perseguidos y para
grandes maestros que eran buscados por la autoridad que los clasificaba como un
elemento perturbador. Dentro de esta clasificación no entraban los monasterios
que, en determinados momentos de la historia, han gozado de cierta impunidad
legislativa debido a su trato directo con lo divino, algo que les hizo ganar
muchos adeptos, pero que sembró las tempestades que, en momentos concretos de
la historia, les llevaron a la destrucción más absoluta. Éste fue el destino y,
en parte, la historia a grandes rasgos del monasterio de Shaolín.
FIN DEL 1º CAPÍTULO
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